domingo, 18 de diciembre de 2016

Conversaciones con una misma

- ¿Cómo que no? Si ella lo fue todo. Fue las noches que pasamos juntas y las que nunca llegué a tenerla entre mis brazos. Fue sonrisas guardadas en cajones y que deberían reproducirse en exposiciones. Fue tequila, fue sal y yo aún tengo el limón atrapado entre los labios por si algún día se decide. Aún trato de descifrar entre copas algunas de las cosas que me ha dicho y cuando la resaca me pilla desprevenida me planteo si he hecho las cosas bien.

- A ti lo que te pasa es que te encanta ir de masoquista. Prefieres hablar de estrellas y de cosas preciosas que de tormentas y huracanes que desmoronan tu vida.


- Quizás porque mi vida siempre ha sido un caos. Quizás porque este ser romántico que llevo dentro prefiere buscar el lado poético a una situación más bien patética. Quizás por el respeto que les tengo no soy capaz de hablar de las mujeres como desastres meteorológicos.

- Tu respeto a veces raya la idealización.



- Tal vez, no te lo niego. Pero me gusta confiar en la gente hasta que se me demuestra lo contrario.

- ¿Y qué tal te ha ido hasta ahora?


- Ambas sabemos la respuesta, no me obligues a verbalizarla. Además parece que te olvidas de todos los buenos momentos: de los besos en los portales cuando aún descubríamos quiénes éramos, de las miradas furtivas que siempre quisieron ser cazadas, de los gemidos, de las risas, de la pulsera de una de tus mejores amigas y de las cartas de esa persona que eliminaste de tu vida, o que se eliminó sola. Parece que olvidas las conversaciones con esa chica de la universidad, las marcas en el cuerpo y todas las chicas de Barcelona.

- No los olvido, pero también recuerdo el después; los días de lluvia todavía lo siento en los huesos. Además no sé qué tiene que ver eso con ella.


- Pues que nunca habría tenido nada de eso si te hubiese escuchado y hubiese levantado una muralla para separarme de ellas. El que no arriesga no gana. Y en esta ocasión tampoco tenía nada que perder, nunca fue mía.

- Y nunca lo será. Lo sabes ¿no?

- Tocado y hundido ¡Como te gusta soltar todas las cartas de repente sobre la mesa! Al póker no se juega así.

- Si tú te saltas las reglas cuando se trata de sentir yo también puedo hacerlo cuando me da la gana. No eres la única que sabe marcarse un farol.


- ¿A qué te refieres?

- Pues a que tú misma lo has escrito: “No se puede tentar a la suerte eternamente, no se puede jugar a ser invencible cuando te rompes a la primera caricia que no te dan”. Que se veía venir.

- Pues seré yo que a veces no quiero ver las cosas. Será que me ha podido su acento, o la forma en que temblé la primera vez que entré en su casa y la vi, o escuchar conversaciones que me mantienen más interesada que cualquier polvo en cualquier bar. Será que soy muy rara, que tengo 24 años y busco algo más y a veces pareciera que casi tengo que pedir perdón por ello. Pero si alguien debería entender eso eres tú.

- Si lo entiendo. El problema aquí es que no es cuestión sólo de lo que tú busques si no de dónde. No es suficiente con que te mueras de ganas de morderle la boca, ni con mostrarte vulnerable y ser sincera con lo que te pasa, contigo y con ella. No basta con eso. Puedes pasarte un mes escribiendo de madrugada, fumando como si el mundo fuese a acabarse y buscándola en cada canción, que al final la realidad es que estamos bailando solas. No puedes obligar a nadie a tener ganas ni a querer lo que tú quieres. Ni siquiera a ser sincera. No puedes pretender que la realidad se adapte al guión de la película que te has montado en tu cabeza. Te dijeron que salieras corriendo y no quisiste y ahora tienes que afrontar las consecuencias y seguir adelante. Te quedan muchas ciudades por descubrir.

- Ya. Pero me da la sensación de haberme quedado en el aeropuerto de su ciudad. Creo que me he quedado muy lejos de su centro histórico, de los rincones favoritos de sus visitantes, de las ruinas sobre las que un día se levantó. Y me da tanta rabia…Y ojalá pudiese reiniciar este viaje y planificar mejor el tiempo.

- ¿Y por qué crees que el resultado sería diferente? Hay ciudades en las que no te esperan ahora y en las que probablemente no te esperarán nunca.


- ¿Y si fuera ella? ¿Y si era LA ciudad?

- Ague, que llevas un mes en un aeropuerto. A veces te dice que la ciudad no está preparada, cuestiones de timing, en otras ocasiones, cuando estás a punto de salir de la terminal te cierra la puerta en la cara, con llave. Y a veces tú misma ves que hay tanto tráfico que es imposible que haya sitio para ti. Llevas un mes en un aeropuerto, si fuese ella ¿no crees que ya habría cogido un taxi y habría venido a buscarte? 

- Supongo que sí, quizás sea el momento de empezar a hacer la maleta. Es sólo que nadie me dijo que esto volvería a pasarme, que tendría que volar de regreso tantas veces a un destino desconocido.

- Nadie podía saberlo, eres tú la que mandas en tu vida.

- A veces no lo parece. Es casi como si las decisiones importantes no las tomase yo.

- Claro que las tomas tú. Tú decides apostar. Todo o nada, va todo al ganador. Pero a veces se te olvida que éste es un juego de dos. Tú sólo puedes poner de tu parte hasta cierto punto. Y en este caso, al final, gana la banca. Siempre te crees mejor de lo que realmente eres jugando al póker.

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