miércoles, 29 de abril de 2015

La única movida que existió en Madrid

Llegué a Madrid con la idea de cambiar de vida, de cambiarla a ella; borrarla, olvidarla. Como si realmente fuera posible olvidar las cosas importantes de tu vida... Supongo que me habría conformado con no levantarme cada mañana pensando en si hicimos las cosas bien, supongo que me habría conformado con no temblar cada vez que alguna de nuestras amigas decía o escribía su nombre.

Tuvimos una historia que duró menos que las copas que nos habíamos tomado esa noche; besos tan torpes como el momento que elegimos para intercambiarlos (¿o fue el momento el que nos eligió a nosotras después de años siendo amigas?); tuvimos la valiente cobardía, tras una breve conversación, de ignorar lo que había pasado y, sobre todo, tuvimos la estupidez necesaria para obviar el caos que aquella noche creamos en mi habitación y en nuestra amistad.

Siempre me había preguntado qué haría si la vida me diera otra oportunidad. Si pudiera volver atrás y cambiar las cosas... ¿lo haría? ¿Son las pequeñas cosas, las decisiones insensatas o que parecen minúsculas en su momento las que marcan nuestro rumbo? ¿O todo está realmente predestinado a ocurrir de un modo u otro?


Resulta que cuando tuve la ocasión de volver atrás y reescribir la historia, cometí los mismos errores con distinto nombre. Y al final volví a comprar el billete. Volví a dejarla. Volví a marcharme sin despedirme... Aunque a veces no todo es lo que parece.