sábado, 15 de agosto de 2015

3 a.m.

       A las tres de la mañana he encontrado las palabras que habíamos perdido; se han juntado con el miedo a decírtelas y con las ganas que te tengo.

Sigo cogiendo tus llamadas, sigo leyendo tus mensajes, aunque sea la hora menos apropiada y el momento más improvisado. Cuando descuelgo el teléfono, cada vez sin excepción, sigo creyendo que vas a decirme lo que quiero escuchar. Y cuando cuelgo vuelvo a preguntarme para qué habrás llamado.

No sé si sabes que al escuchar tu voz sonrío como si me hubiera tocado la lotería, como si hubiéramos vuelto a ganar la Décima, como si el Orgullo nunca hubiera acabado en Madrid… Siento los latidos del corazón contra el colchón, el aire me electrifica la piel y veo a lo lejos las luces de tu sombra; todo en función de en qué momento me pilles. No sé si notas que cuando me preguntas por mí evito la respuesta, que tus historias son cada vez más similares, casi como si las inventaras para tener algo por lo que llamarme. No sé si eres consciente de que en mis silencios va implícito un reproche, el de lo mucho que me jode el querer y no poder, el de tenerte a las tres de la mañana pero nunca a las tres de la tarde.

Dudo mucho que mis amigas entendiesen la situación o que incluso llegue yo a entenderla cuando trate de explicármelo dentro de unos años. Mucho me temo que he vuelto a quererte a escondidas. A las tres de la mañana. Con la luz apagada y el móvil esperando en la mesilla.

Hay algo sobre lo que nunca he escrito y sobre lo que nunca te he hablado. Casi nadie sabe que hace un tiempo creí estar enamorándome de una de mis mejores amigas. Lo hablé con una de las personas más cercanas a mí, me miró un momento y me preguntó si hablaba en serio. Reaccionó con una mezcla de pensamientos, como si por una parte aquello fuera lo último que podría esperarse de mí pero al mismo tiempo fuese mi paso más natural, el siguiente eslabón hacia la autodestrucción. Solo ahora creo comprender mi comportamiento: es como si después de una de tus llamadas hubiese mirado a mi alrededor y hubiese buscado a la chica más inestable, menos conveniente y más loca después de ti. Pero supongo que en este caso la realidad no superó a la ficción. Y con el paso del tiempo empecé a darme cuenta de que sus subidas y bajadas no eran tan mágicas como las de tu montaña rusa, y que la adrenalina que dejaban a su paso nuestros desencuentros no era comparable a la de tus labios.

Tengo la sensación de haber escuchado tu risa en sitios en los que todavía no he estado. Y a veces creo verte en lugares que sé que jamás pisarías. He llegado al punto de evitar tu ciudad para no llamarte, de bloquear el teléfono o agotarle la batería para no escucharte; todavía estoy a la espera de una aplicación que me ayude a no pensar en ti.


Mientras tanto vivo en un conflicto constante: hay épocas en las que creo que debo besar mil bocas para volver a la tuya y hay otras en que me propongo no volver a dejar que una noche, a las tres de la mañana, mis labios vuelvan a caer en tus trampas. Aunque ahora que lo pienso en la soledad de mi cama, supongo que mi falsa fortaleza durará tanto como tardes en volver a susurrarme eso de que “las mejores noches son las que nunca se acaban”. 

jueves, 6 de agosto de 2015

Ford Fiesta Gris

       He sentido el sol traspasando mi piel, calentando mis huesos, llenándome el alma. He visto como los rayos bañaban tus párpados y como tus pestañas creaban surcos invisibles en el aire del verano.
He visto los paisajes más verdes y más puros que nada que haya podido fumarme nunca, y las playas más salvajes que nadie haya podido conquistar.

Iba en el coche observando el infinito por la ventanilla y solo podía pensar en el Ford Fiesta gris de mi abuelo con el que tantas veces fuimos a la playa. Los atascos parecían menores en aquella época, las arenas molestaban menos y volver con el bañador mojado era signo de haber prolongado una tarde que no querías que acabara. La miro a ella ahora y sé que también desearía que aquellas tardes nunca hubieran terminado; no es lo mismo ir a la playa ahora que el sol ya no está.