Hace unos años estaba rebuscando entre los viejos CDs de mi
padre que aún quedan en el salón cuando uno de ellos me llamó la atención.
Estaba en una época en que ansiaba encontrar música nueva pero que de alguna
forma ya perteneciera a mí, deseaba revivir ese momento en que escuchas una
canción que habías oído hace tiempo pero que ya no recordabas y cuando vuelves
a encontrarla, despierta algo en ti. Cogí aquella caja con la esperanza de que
diera inicio a ese momento.
Era un disco de The Eagles, grupo del que nunca antes había
oído hablar, para mi desgracia. Y a día de hoy sigo sin saber por qué me llamó
la atención, pero lo hizo. Me senté en el parqué y metí el CD en la mini
cadena. Y esperé mientras los primeros acordes llenaban el salón de mi casa,
esperé hasta que el calor de esas voces hizo desaparecer el frío propio del
invierno y que me agarrotaba el alma.
Pero no fue hasta que empezó a sonar una determinada canción
cuando no me quedó más remedio que alabar el gusto musical de mi padre, una vez
más. Hotel California era esa canción
que ya conocía y que no recordaba, y cuando volví a escucharla sentí esa
conexión entre el pasado y el futuro, ese instante de inflexión en que sabes
que estás en el lugar y el momento adecuado. Comprendí entonces que esa canción
que a mí me hace pensar en mi padre, sería la misma que algún día les enseñaré
a mis hijos cuando les hable de él.
Hoy es el cumpleaños de mi padre y, aunque en la distancia,
sonrío escuchando Hotel California,
mientras espero que haya tenido un día estupendo y que sepa lo mucho que le
quiero.