Si
hay una estación en la que no creía que fuese a pasar era verano. Tan falta de
ropa como de preocupaciones o complicaciones. Llegaba a las vacaciones con el propósito de
dedicarme a mí misma ese tiempo que tanto me negaba o faltaba el resto del año;
cogía el verano con la idea de disfrutar de una perfecta e indolora soltería
tras haber superado a esa primera chica. Y, sin embargo, protagonizaste uno de
esos momentos que brillan más que el sol en pleno julio. Fuiste el calor más
grande y más humano que he conocido, no de esos agobiantes de los que pretendes
escapar sumergiéndote en el agua, sino de esos que abrazas con una sonrisa y
una cerveza en una terraza a medianoche. Vi tu pelo rubio en un callejón sin
salida, me abrazaste en una piscina vacía y aún así supe que eras tú; eras
Summer y nadie más volvería a serlo. Y cuando sientes algo así no existe la
menor duda posible.
Pero si fuéramos una
estación, contra todo pronóstico, seríamos otoño. Se supone que es la estación
más melancólica, pero cuando las hojas se despegaban de los árboles dejándolos
vacíos, tú y yo construíamos recuerdos nuevos. Me llenaba de ti cada martes por
la mañana mientras Michael Buble nos servía de despertador. Nunca he vuelto a
querer como lo hacía en esos días. “You
are always on my mind” Y quizás por eso fue la estación que más rápido se
me pasó, aunque también la que más tiempo duró en mi.
Y cuando el invierno llegó
resbalamos mil veces, te escapabas de mis brazos tan rápido como habías llegado
a ellos. O quizás te echaba yo. El frío me caló en los huesos durante unos días
pero créeme, nunca dejé de sentirlo, siempre creí que eras tú. Pero es posible
que tú nunca lo tuvieras tan claro. Te agarré con más fuerza que nunca bajo la
fría lluvia de diciembre y despedimos el año con el beso más cargado de
incertidumbre que he dado nunca. Podías ser el amor de mi vida o podías dejarme
al día siguiente sin mirar atrás. Pero al menos aún había esa duda, aún
compartías conmigo un momento tan especial. Y parecías feliz. Mi deseo de año nuevo
fue vivir esa "noche del 99 que llegó hasta abril”.
Pero nunca la vivimos. El
nuevo milenio se presentó en nuestras vidas y nada volvió a ser igual. La
primavera chocó con nosotras con tal intensidad que nos destrozó de todas las
formas posibles. Seguía adorando tus imperfecciones, ¿pero me harían feliz un
año después? ¿Y cuando tuviera treinta? Verás cariño, nunca dudé de que me
quisieras sino de tu forma de querer. Quizás no lo entiendas, pero sigo
creyendo que cuando das tu corazón los das al cien por cien. No soporto a quien
ama sin ganas, a medias, con el freno de mano siempre puesto. “Nunca lo sabes,
nunca estás seguro; la seguridad es para los que no aman”. Y nunca te vi en ese
instante de desesperación cuando crees que vas a perder algo que quieres con
locura. Por eso cuando te fuiste no me sorprendí tanto, por eso nunca completamos
las cuatro estaciones, no llegamos ni a los 500 días juntas.