viernes, 16 de noviembre de 2012

Tres estaciones y media


Si hay una estación en la que no creía que fuese a pasar era verano. Tan falta de ropa como de preocupaciones o complicaciones.  Llegaba a las vacaciones con el propósito de dedicarme a mí misma ese tiempo que tanto me negaba o faltaba el resto del año; cogía el verano con la idea de disfrutar de una perfecta e indolora soltería tras haber superado a esa primera chica. Y, sin embargo, protagonizaste uno de esos momentos que brillan más que el sol en pleno julio. Fuiste el calor más grande y más humano que he conocido, no de esos agobiantes de los que pretendes escapar sumergiéndote en el agua, sino de esos que abrazas con una sonrisa y una cerveza en una terraza a medianoche. Vi tu pelo rubio en un callejón sin salida, me abrazaste en una piscina vacía y aún así supe que eras tú; eras Summer y nadie más volvería a serlo. Y cuando sientes algo así no existe la menor duda posible.
Pero si fuéramos una estación, contra todo pronóstico, seríamos otoño. Se supone que es la estación más melancólica, pero cuando las hojas se despegaban de los árboles dejándolos vacíos, tú y yo construíamos recuerdos nuevos. Me llenaba de ti cada martes por la mañana mientras Michael Buble nos servía de despertador. Nunca he vuelto a querer como lo hacía en esos días. “You are always on my mind” Y quizás por eso fue la estación que más rápido se me pasó, aunque también la que más tiempo duró en mi.
Y cuando el invierno llegó resbalamos mil veces, te escapabas de mis brazos tan rápido como habías llegado a ellos. O quizás te echaba yo. El frío me caló en los huesos durante unos días pero créeme, nunca dejé de sentirlo, siempre creí que eras tú. Pero es posible que tú nunca lo tuvieras tan claro. Te agarré con más fuerza que nunca bajo la fría lluvia de diciembre y despedimos el año con el beso más cargado de incertidumbre que he dado nunca. Podías ser el amor de mi vida o podías dejarme al día siguiente sin mirar atrás. Pero al menos aún había esa duda, aún compartías conmigo un momento tan especial. Y parecías feliz. Mi deseo de año nuevo fue vivir esa "noche del 99 que llegó hasta abril”.
Pero nunca la vivimos. El nuevo milenio se presentó en nuestras vidas y nada volvió a ser igual. La primavera chocó con nosotras con tal intensidad que nos destrozó de todas las formas posibles. Seguía adorando tus imperfecciones, ¿pero me harían feliz un año después? ¿Y cuando tuviera treinta? Verás cariño, nunca dudé de que me quisieras sino de tu forma de querer. Quizás no lo entiendas, pero sigo creyendo que cuando das tu corazón los das al cien por cien. No soporto a quien ama sin ganas, a medias, con el freno de mano siempre puesto. “Nunca lo sabes, nunca estás seguro; la seguridad es para los que no aman”. Y nunca te vi en ese instante de desesperación cuando crees que vas a perder algo que quieres con locura. Por eso cuando te fuiste no me sorprendí tanto, por eso nunca completamos las cuatro estaciones, no llegamos ni a los 500 días juntas.