Recuerdo
que una madrugada de un sábado, a una hora poco prudente, decidiste llamarme
porque sabías que estaba de fiesta y yo, en una decisión aún menos prudente,
decidí salir del local en el que estaba y responder a tu llamada.
Y no
recuerdo exactamente qué fue lo que dijiste para irritarme o qué excusa pusiste
para llamarme a esas horas. Sí recuerdo, en cambio, el ruido y la música de fondo
de donde fuera que estuvieras, recuerdo que encendí un pitillo en cuanto
escuché tu voz y que ambas tanteamos sin demasiado cuidado, con la inhibición
que solo patrocina el alcohol, ese terreno que teníamos prohibido, ese en el
que nos sincerábamos.
Y
siendo sincera aún me tiemblan las piernas cuando pienso en nosotras, en lo que
fuimos y en lo que nunca seremos. Aún no olvido esa llamada y sé que parte de
mí, algunas noches, todavía la espera.
En un
momento de silencio hiciste esa pregunta que me hizo despegar el móvil de la
oreja creyendo haberla imaginado.
- ¿Qué buscas realmente
en una chica? – susurraste en la medida que la noche y sus circunstancias te lo
permitieron.
Y no
supe si reírme, colgarte, entrar al bar y pedirme otra copa, si irme a casa a
llorar lo que restaba de noche, si preguntarte dónde estabas o si encenderme
otro pitillo. Opté por lo último. Y decidí que esa era también la última vez
que te permitía romper la barrera que llevábamos meses construyendo.
Me
gusta establecer paralelismos entre mi vida y el hecho de dejar de fumar:
logros, decisiones, despedidas... Lo he hecho muchas veces, tantas como he
dejado de fumar. Y supongo que muchas de esas decisiones son tan intermitentes
en mi vida como el tabaco. Tan intermitentes e inestables como tú.
Pero efectivamente
aquella fue la última vez que bordeamos una frontera para la que ninguna estaba
preparada. Pero he escrito tantas veces sobre esa pregunta... Sobre lo que nos
callamos, lo que sí dijimos, sobre lo que te hubiera gustado escuchar, sobre
cómo habría sido esa conversación en un estado de mayor sobriedad... He escrito
tantas veces sobre ti y he pensado tanto en la respuesta... ¿Qué buscaba
entonces en una chica? ¿Qué busco ahora si es que realmente ha cambiado algo?
Supongo
que la respuesta es más sencilla de lo que parece, que siempre he tenido en
mente pequeñas pinceladas y destellos, aunque nunca la fotografía completa. Que
le debe gustar viajar y explorar el mundo a mi lado, que tiene que entender
tanto como yo que la vida se basa en experiencias y recuerdos, aunque eso
signifique gastarse una pasta por pasar unos días con unos amigos en Xinzo de
Limia. Que sea esa chica a la que pueda presentar a mi madre sin
escandalizarla, pero que “escandalice” a mis amigas cuando les hable de
nuestras aventuras. Que no se ría de mí cuando hago esos bailes estúpidos por
casa los días que estoy contenta o cuando me pongo alguno de esos gorros
ridículos con los que me siento protegida. Que entienda a mis amigas, a todas,
aunque a veces también a mí me cueste. Que sienta pasión por las cosas que hace
en la vida, sean las que sean, y que esté dispuesta a ser el objeto de gran
parte de lo que escriba en los próximos años. Que desbanque a Brenda bailando y
a Laura hablando de niños. Que le gusten los perros y no me juzgue por preferir
el té al café. Que se olvide las llaves de casa porque está demasiado
concentrada pensando en el último libro que ha leído o la última serie que ha
descubierto, pero que nunca se olvide de sorprenderme por mi cumpleaños, en
Navidades o cualquier día del mes de abril. Que haya superado Octubre y
entienda que siempre voy a llorar con 500 days of summer y Desayuno con diamantes. Que le gusten
las mujeres, con todo lo que eso conlleva; detalle importante que a veces
tiendo a olvidar.
Y
supongo que podría haberte dicho todo esto aquella noche, que puestos a ser
sinceros podría haberte dicho que tú reunías gran parte de lo que quería, que
tú eras lo que quería... Excepto por ese último y pequeño detalle: no habías
estado con ninguna mujer antes que yo y no has vuelto a estar con ninguna desde
entonces... Y quizás yo estaba madurando, quizás me había dado cuenta de que
los años pasaban y nosotras no nos hacíamos más jóvenes, tal vez me había
cansado de tantear imposibles o bien tenía miedo a que fueras el último huracán
al que sobreviviría... No se puede
tentar a la suerte eternamente. O eso dicen.
El
caso es que en vez de preguntarte dónde estabas para ir a buscarte, en vez de
abrirte la puerta una vez más y en vez de responderte esa lista enorme de
cualidades que buscaba y probablemente ya había encontrado, opté por
responderte una sola frase.
¿Qué
buscaba en una chica?
- Que escuche a los
Eagles y a Fleetwood Mac.
Y tú sonreíste a través del teléfono antes de colgar,
sabiendo que ese era un “hasta luego” que maquillaba un “adiós”.