lunes, 14 de diciembre de 2015

La ruta equivocada

¿Recuerdas cuándo soñábamos con viajar, con vernos al otro lado del mundo y compartir lo que nos había separado? ¿Qué cambió?

Tal vez nos hicimos mayores. Igual con el paso del tiempo fuimos asumiendo que si alguna vez nos separamos fue por algo. Cuesta creerlo pero es cierto que si observas con atención durante un momento, si intentas dejar de lado la nostalgia que acompaña al paso del tiempo, por instantes puedes ser consciente de esa transformación, de cómo las cosas que antes te hacían sonreír con complicidad ahora te sacan de quicio y cómo sus manías ya no te parecen tan encantadoras.

jueves, 29 de octubre de 2015

Hello

Cuando son las tres de la mañana y todo el mundo duerme, la ciudad respira a la espera de un nuevo día. Hoy tenía que atrasar el reloj y es en esa hora que he ganado cuando más pienso en lo nuestro. Debería estar dormida hace tiempo pero por alguna razón mi corazón ha elegido esta noche para ir a mil por hora y mi cabeza es incapaz de frenarlo.

Me he planteado muchas veces si existirá otra vida paralela en la que supimos hacer las cosas bien, si tendremos en algún sitio otra historia, sin reproches, sin reencuentros descafeinados y despedidas agridulces.

Irónicamente Adele ha sacado “Hello” esta semana; la habré escuchado ya unos quinientas veces y la letra me llega todas y cada una de ellas.

“I’m in California Dreaming about who we used to be”

Y no sé qué me da más miedo, si la posibilidad de levantarme dentro de unos años y que se me pase por la cabeza hacer o coger esa llamada o la posibilidad de que no lleguemos a estar nunca en ese punto. Tal vez dentro de unos años sea tarde, tal vez ya es demasiado tarde.

Ojalá pudiese hablar con la niña que era yo a los seis o siete años, ojalá pudiese explicarle todo lo que le viene por delante en la vida… Pero probablemente no me habría entendido, y aunque así fuera, ¿podría haber frenado algo? ¿O me habría estampado con más fuerza con las cosas? Mi tendencia generalizada al caos me lleva a pensar en lo segundo. De todas formas habría estado bien poder decirle a mi yo más inocente y enano que de todos los amores imposibles que íbamos a coleccionar a lo largo de estos años, tú ibas a ser el más grande de todos.

“They say that time’s supposed to heal you. But I ain’t done much healing”

Probablemente mi versión de entonces se habría reído y se habría ido a jugar al fútbol, así de simples éramos.

Me asusta pensar que un día pueda mirarme al espejo y seamos más semejantes de lo que yo creía, pero sigo aferrándome a la idea de que no sea así, sigo creyendo ser la cruz de todas tus caras.

Lo curioso es que ahora estoy en un sitio completamente nuevo, ya no siento que tu sombra me persiga por las calles haciéndose eco de todo lo que podría haber sido, ya no la veo en los ojos de la gente que me rodea y no noto en el aire el peso de las decepciones… no como antes. Y aun así hoy no he podido evitar escuchar (a esta hora en la que todo está en silencio) esa frase que Adele dice en su canción y que lleva grabada en mi mente desde hace dos días.


“It’s no secret that the both uf us are running out of time”

sábado, 15 de agosto de 2015

3 a.m.

       A las tres de la mañana he encontrado las palabras que habíamos perdido; se han juntado con el miedo a decírtelas y con las ganas que te tengo.

Sigo cogiendo tus llamadas, sigo leyendo tus mensajes, aunque sea la hora menos apropiada y el momento más improvisado. Cuando descuelgo el teléfono, cada vez sin excepción, sigo creyendo que vas a decirme lo que quiero escuchar. Y cuando cuelgo vuelvo a preguntarme para qué habrás llamado.

No sé si sabes que al escuchar tu voz sonrío como si me hubiera tocado la lotería, como si hubiéramos vuelto a ganar la Décima, como si el Orgullo nunca hubiera acabado en Madrid… Siento los latidos del corazón contra el colchón, el aire me electrifica la piel y veo a lo lejos las luces de tu sombra; todo en función de en qué momento me pilles. No sé si notas que cuando me preguntas por mí evito la respuesta, que tus historias son cada vez más similares, casi como si las inventaras para tener algo por lo que llamarme. No sé si eres consciente de que en mis silencios va implícito un reproche, el de lo mucho que me jode el querer y no poder, el de tenerte a las tres de la mañana pero nunca a las tres de la tarde.

Dudo mucho que mis amigas entendiesen la situación o que incluso llegue yo a entenderla cuando trate de explicármelo dentro de unos años. Mucho me temo que he vuelto a quererte a escondidas. A las tres de la mañana. Con la luz apagada y el móvil esperando en la mesilla.

Hay algo sobre lo que nunca he escrito y sobre lo que nunca te he hablado. Casi nadie sabe que hace un tiempo creí estar enamorándome de una de mis mejores amigas. Lo hablé con una de las personas más cercanas a mí, me miró un momento y me preguntó si hablaba en serio. Reaccionó con una mezcla de pensamientos, como si por una parte aquello fuera lo último que podría esperarse de mí pero al mismo tiempo fuese mi paso más natural, el siguiente eslabón hacia la autodestrucción. Solo ahora creo comprender mi comportamiento: es como si después de una de tus llamadas hubiese mirado a mi alrededor y hubiese buscado a la chica más inestable, menos conveniente y más loca después de ti. Pero supongo que en este caso la realidad no superó a la ficción. Y con el paso del tiempo empecé a darme cuenta de que sus subidas y bajadas no eran tan mágicas como las de tu montaña rusa, y que la adrenalina que dejaban a su paso nuestros desencuentros no era comparable a la de tus labios.

Tengo la sensación de haber escuchado tu risa en sitios en los que todavía no he estado. Y a veces creo verte en lugares que sé que jamás pisarías. He llegado al punto de evitar tu ciudad para no llamarte, de bloquear el teléfono o agotarle la batería para no escucharte; todavía estoy a la espera de una aplicación que me ayude a no pensar en ti.


Mientras tanto vivo en un conflicto constante: hay épocas en las que creo que debo besar mil bocas para volver a la tuya y hay otras en que me propongo no volver a dejar que una noche, a las tres de la mañana, mis labios vuelvan a caer en tus trampas. Aunque ahora que lo pienso en la soledad de mi cama, supongo que mi falsa fortaleza durará tanto como tardes en volver a susurrarme eso de que “las mejores noches son las que nunca se acaban”. 

jueves, 6 de agosto de 2015

Ford Fiesta Gris

       He sentido el sol traspasando mi piel, calentando mis huesos, llenándome el alma. He visto como los rayos bañaban tus párpados y como tus pestañas creaban surcos invisibles en el aire del verano.
He visto los paisajes más verdes y más puros que nada que haya podido fumarme nunca, y las playas más salvajes que nadie haya podido conquistar.

Iba en el coche observando el infinito por la ventanilla y solo podía pensar en el Ford Fiesta gris de mi abuelo con el que tantas veces fuimos a la playa. Los atascos parecían menores en aquella época, las arenas molestaban menos y volver con el bañador mojado era signo de haber prolongado una tarde que no querías que acabara. La miro a ella ahora y sé que también desearía que aquellas tardes nunca hubieran terminado; no es lo mismo ir a la playa ahora que el sol ya no está.

lunes, 15 de junio de 2015

You know where the city is

      Recogíamos palabras en tiempos de guerra, batallábamos por paces que nunca llegaban. Cogías aviones que te llevaban a mí y yo reabría puertas cada vez que tú llamabas.

He soñado contigo por un tiempo… cuando me aburría la monotonía de mi vida y pensaba en todas las aventuras que me prometías en silencio, con gritos, con besos. He pensado en volver a Barcelona, en buscar tu pelo rubio por las calles, en preguntarle a la gente por ti. Tal vez tú estés haciendo lo mismo.

“Estaba loca y le sentaba mal beber, solía llorar sin estar triste, paraba el tráfico en la calle”

miércoles, 20 de mayo de 2015

La única movida que existió en Madrid: Capítulo 2

“Creo que va a llegar un día en que nos falle la sonrisa. Tengo miedo de que un día al mirarte ya no vea a la chica que era mi amiga, a la que quería con locura y con la que hablaba cada vez que me pasaba algo, bueno o malo. Tengo miedo a que por lo que hicimos hayamos perdido lo que éramos, o quizás soy demasiado cobarde para arriesgarme a descubrir un nosotras nuevo. Tal vez sea el final. Pero en el fondo creo que pese a equivocarnos hicimos lo correcto: nos arriesgamos, sentimos, vivimos. El problema igual es que éramos dos blandas a las que les gustaba ir de duras y que nunca supieron reponerse.”

miércoles, 6 de mayo de 2015

La única movida que existió en Madrid: Capítulo 1

Supongo que todos tenemos la tendencia de asociar cosas o personas a determinados lugares. Sevilla siempre fue para mí mis amigos de periodismo durante horas en una terraza; Ana iba unida a un Cadillac de segunda mano, con olor a tabaco y tequila y cargado de sueños dibujados al filo de una carretera que parecía interminable; del mismo modo que las niñas eran todos los viajes que nunca llegamos a hacer.

miércoles, 29 de abril de 2015

La única movida que existió en Madrid

Llegué a Madrid con la idea de cambiar de vida, de cambiarla a ella; borrarla, olvidarla. Como si realmente fuera posible olvidar las cosas importantes de tu vida... Supongo que me habría conformado con no levantarme cada mañana pensando en si hicimos las cosas bien, supongo que me habría conformado con no temblar cada vez que alguna de nuestras amigas decía o escribía su nombre.

Tuvimos una historia que duró menos que las copas que nos habíamos tomado esa noche; besos tan torpes como el momento que elegimos para intercambiarlos (¿o fue el momento el que nos eligió a nosotras después de años siendo amigas?); tuvimos la valiente cobardía, tras una breve conversación, de ignorar lo que había pasado y, sobre todo, tuvimos la estupidez necesaria para obviar el caos que aquella noche creamos en mi habitación y en nuestra amistad.

Siempre me había preguntado qué haría si la vida me diera otra oportunidad. Si pudiera volver atrás y cambiar las cosas... ¿lo haría? ¿Son las pequeñas cosas, las decisiones insensatas o que parecen minúsculas en su momento las que marcan nuestro rumbo? ¿O todo está realmente predestinado a ocurrir de un modo u otro?


Resulta que cuando tuve la ocasión de volver atrás y reescribir la historia, cometí los mismos errores con distinto nombre. Y al final volví a comprar el billete. Volví a dejarla. Volví a marcharme sin despedirme... Aunque a veces no todo es lo que parece. 

viernes, 27 de febrero de 2015

Que escuche a Fleetwood Mac

       Recuerdo que una madrugada de un sábado, a una hora poco prudente, decidiste llamarme porque sabías que estaba de fiesta y yo, en una decisión aún menos prudente, decidí salir del local en el que estaba y responder a tu llamada.

Y no recuerdo exactamente qué fue lo que dijiste para irritarme o qué excusa pusiste para llamarme a esas horas. Sí recuerdo, en cambio, el ruido y la música de fondo de donde fuera que estuvieras, recuerdo que encendí un pitillo en cuanto escuché tu voz y que ambas tanteamos sin demasiado cuidado, con la inhibición que solo patrocina el alcohol, ese terreno que teníamos prohibido, ese en el que nos sincerábamos.

Y siendo sincera aún me tiemblan las piernas cuando pienso en nosotras, en lo que fuimos y en lo que nunca seremos. Aún no olvido esa llamada y sé que parte de mí, algunas noches, todavía la espera.

En un momento de silencio hiciste esa pregunta que me hizo despegar el móvil de la oreja creyendo haberla imaginado.
     
     - ¿Qué buscas realmente en una chica? – susurraste en la medida que la noche y sus circunstancias te lo permitieron.

Y no supe si reírme, colgarte, entrar al bar y pedirme otra copa, si irme a casa a llorar lo que restaba de noche, si preguntarte dónde estabas o si encenderme otro pitillo. Opté por lo último. Y decidí que esa era también la última vez que te permitía romper la barrera que llevábamos meses construyendo.

Me gusta establecer paralelismos entre mi vida y el hecho de dejar de fumar: logros, decisiones, despedidas... Lo he hecho muchas veces, tantas como he dejado de fumar. Y supongo que muchas de esas decisiones son tan intermitentes en mi vida como el tabaco. Tan intermitentes e inestables como tú.

Pero efectivamente aquella fue la última vez que bordeamos una frontera para la que ninguna estaba preparada. Pero he escrito tantas veces sobre esa pregunta... Sobre lo que nos callamos, lo que sí dijimos, sobre lo que te hubiera gustado escuchar, sobre cómo habría sido esa conversación en un estado de mayor sobriedad... He escrito tantas veces sobre ti y he pensado tanto en la respuesta... ¿Qué buscaba entonces en una chica? ¿Qué busco ahora si es que realmente ha cambiado algo?

Supongo que la respuesta es más sencilla de lo que parece, que siempre he tenido en mente pequeñas pinceladas y destellos, aunque nunca la fotografía completa. Que le debe gustar viajar y explorar el mundo a mi lado, que tiene que entender tanto como yo que la vida se basa en experiencias y recuerdos, aunque eso signifique gastarse una pasta por pasar unos días con unos amigos en Xinzo de Limia. Que sea esa chica a la que pueda presentar a mi madre sin escandalizarla, pero que “escandalice” a mis amigas cuando les hable de nuestras aventuras. Que no se ría de mí cuando hago esos bailes estúpidos por casa los días que estoy contenta o cuando me pongo alguno de esos gorros ridículos con los que me siento protegida. Que entienda a mis amigas, a todas, aunque a veces también a mí me cueste. Que sienta pasión por las cosas que hace en la vida, sean las que sean, y que esté dispuesta a ser el objeto de gran parte de lo que escriba en los próximos años. Que desbanque a Brenda bailando y a Laura hablando de niños. Que le gusten los perros y no me juzgue por preferir el té al café. Que se olvide las llaves de casa porque está demasiado concentrada pensando en el último libro que ha leído o la última serie que ha descubierto, pero que nunca se olvide de sorprenderme por mi cumpleaños, en Navidades o cualquier día del mes de abril. Que haya superado Octubre y entienda que siempre voy a llorar con 500 days of summer Desayuno con diamantes. Que le gusten las mujeres, con todo lo que eso conlleva; detalle importante que a veces tiendo a olvidar.

Y supongo que podría haberte dicho todo esto aquella noche, que puestos a ser sinceros podría haberte dicho que tú reunías gran parte de lo que quería, que tú eras lo que quería... Excepto por ese último y pequeño detalle: no habías estado con ninguna mujer antes que yo y no has vuelto a estar con ninguna desde entonces... Y quizás yo estaba madurando, quizás me había dado cuenta de que los años pasaban y nosotras no nos hacíamos más jóvenes, tal vez me había cansado de tantear imposibles o bien tenía miedo a que fueras el último huracán al que sobreviviría... No se puede tentar a la suerte eternamente. O eso dicen.

El caso es que en vez de preguntarte dónde estabas para ir a buscarte, en vez de abrirte la puerta una vez más y en vez de responderte esa lista enorme de cualidades que buscaba y probablemente ya había encontrado, opté por responderte una sola frase.

¿Qué buscaba en una chica?
     
       - Que escuche a los Eagles y a Fleetwood Mac.
  
   Y tú sonreíste a través del teléfono antes de colgar, sabiendo que ese era un “hasta luego” que maquillaba un “adiós”.