martes, 16 de julio de 2013

El frío del día cero

      De pronto me di cuenta: con la luz apagada y bajo los efectos de mi borrachera, me susurró en la piel que yo era la mujer de su vida. No lo dijo en voz alta, no lo dijo con palabras, pero lo escuché tan claro como si lo hubiera hecho, quizás más. Tomé algo de distancia, la escasa cantidad que su cama me permitía. ¿Cómo iba a ser yo la mujer de su vida si apenas me conocía? ¿En qué clase de drama barato de Hollywood me encontraba? ¡Hollywood! ¿A quién pretendo engañar? Esta historia no llegaría ni a un kilómetro a la redonda de las colinas de Los Ángeles.  Sería carne de cañón de las sobremesas de nuestra televisión, en esos meses en que no se invierte un duro en este espacio. 

Y entonces lo supe: al mirar sus ojos yo no veía los de ella, al cerrar los míos imaginaba a otra. La engañaba en su propia cama y quizás eso era lo más triste de todo, lo más rastrero. Nunca le mentí, nunca le hice creer que había más que un simple acuerdo de aplazar nuestra soledad no deseada, nunca deseé que mi soledad se fuera del todo y nunca lo hizo, principalmente porque ambas teníamos demasiados fantasmas. Pero invitar de forma inconsciente a otra mujer al único momento íntimo que compartíamos... Eso era otro nivel. 

Antes de ese momento ya sabía desde hacía tiempo que no funcionaría: Mientras yo intentaba abrazar con todas mis fuerzas lo que me diferenciaba de la simple mayoría, ella intentaba ocultarlo. Se avergonzaba de todo lo que era y yo estaba en una etapa en que necesitaba justo lo contrario. Se estaba enamorando y yo intentaba dejar de estarlo al mismo tiempo que me daba cuenta de mi situación. Discutíamos, no nos entendíamos, incluso en los escasos momento al principio en que intentaba profundizar nuestras conversaciones rallaban la superficie. Pero más que nada el principal problema era que enseguida me di cuenta de todos los problemas de los que no me estaba hablando, de todos los precedentes y monstruos que acompañaban sus actos. En eso se parecía demasiado a Wendy y yo ni estaba dispuesta ni estaba preparada para pasar por lo mismo. 

"Un día todo esto cambiará y el año cero vendrá" 

Pero por mucho tiempo que pasara, por mucho que lo hubiera superado, ya no se trataba de eso porque lo importante es que yo no quería volver ahí. Veréis, había un pequeño detalle sinónimo de tontería pero que me hizo pensar aquella noche y todas las que le sucedieron: del mismo modo que Wendy, siempre tenía frío. Eso me llevó a tres años atrás, a ese momento en que al conocer a mi primera novia pensé que hasta físicamente nos complementábamos. Y así era. Yo fui el calor y ella el frío, absolutamente en todo. Pero ahora que había transcurrido cierto tiempo me había dado cuenta de hasta qué punto esa supuesta compatibilidad era errónea: yo siempre tenía que poner más de mi parte, que ceder ese calor y aguantar el frío, pero cuando estaba mal, cuando lo necesitaba, a mí nadie me arropaba. Por eso es una ecuación que no funciona, ni ahora ni hace tres años, ni nunca (al menos para mí). Sobre todo ahora que he conocido el mayor calor posible en otras personas. Es impensable que vuelva a aquello algún día. 

Por eso espero que se deje de historias raras y entienda que no es que hiciera nada mal, que no se trataba de inexperiencia o de ir demasiado rápido. Soy la primera que ha ido rápido otras veces. Esta vez, sin embargo, no se trataba del cómo sino de con quién. No sentí lo suficiente para lanzarme, no lo habría sentido ni en un millón de años por muy bien que ella me tratase (que a su manera lo hacía). El problema era más básico: Yo no quería las mismas cosas que ella, no pensaba igual ni me sentía orgullosa de su forma de pensar. Pero, sobre todo, yo pensaba en otra en el único momento en que el mundo entero debía olvidarse. Y eso no hay Dios que lo arregle. 

A veces creo que mi propia esencia masoquista no hay Dios que la arregle. 

But I'm trying... SO hard. 

Tenerife

"Cool wind in my hair, warm smell of colitas rising up through the air. Up ahead in the distance, I saw a shimmering light." 

Las palmeras de fondo y el sol en la piel. Una canción en tu cabeza que no deja de sonar y que tarareas siguiendo el ritmo con los pies. Un sombrero te protege del sol para que no se te quemen las pocas ideas que aún puedan quedarte. 

El ruido del agua de fondo y el reencuentro con uno de tus sabores preferidos en el mundo: Malboro Mentolado. 

Y, sobre todo, esa sensación de felicidad tranquila, de absoluta paz contigo misma. No echas de menos a nadie, no piensas en ella, no añoras ningún otro lugar, no esperas ninguna llamada que no va a producirse. Solo estás ahí viviendo ESE momento; y eso es algo que no hacías desde hace mucho tiempo. Te permites, por fin, despegarte de ese peso que te persigue desde hace un par de años... y entonces hasta tu propio cuerpo te parece más ligero. El limón de la Coronia te refresca la vida.

It doesn't get better than this.