Estuve casi 6 años fuera… Unos 72
meses… cerca de 2.190 días, con sus noches, sus mañanas, sus momentos buenos y
sus momentos malos. Cerca de un total de 52.560 horas que llegaban a su fin. En
todo ese tiempo te puede pasar de todo, la vida puede cambiar de arriba abajo y
que haya muchas más cosas que se han transformado que aquellas que permanecen
intactas. Y de todas esas horas y minutos que pasé lejos de mi ciudad natal, en
mi historia con Lidia destacan los consumidos en cuatro llamadas concretas que
me hizo a lo largo de los años.
La primera fue al poco tiempo de
llegar, a las dos semanas o menos. Lidia estaba preocupada por si estaba bien,
si había encontrado donde vivir y si me manejaba con el inglés. En determinados
momentos intentó preguntarme por Brenda, por qué no habíamos hablado desde que
me fui, si yo estaba bien… Me pareció bastante impropio de Lidia, que por otra
parte siempre se había mantenido bastante cauta y neutral ante cualquier
problema que hubiera en el grupo y me dio la sensación de que igual mi amiga ya
le había informado de lo que había pasado. Zanjé el tema de inmediato y Lidia
entendió que esa era zona prohibida y en toda nuestra comunicación posterior no
volvió a intentarlo, hasta nuestro reencuentro en el bar de Santiago.