lunes, 14 de diciembre de 2015

La ruta equivocada

¿Recuerdas cuándo soñábamos con viajar, con vernos al otro lado del mundo y compartir lo que nos había separado? ¿Qué cambió?

Tal vez nos hicimos mayores. Igual con el paso del tiempo fuimos asumiendo que si alguna vez nos separamos fue por algo. Cuesta creerlo pero es cierto que si observas con atención durante un momento, si intentas dejar de lado la nostalgia que acompaña al paso del tiempo, por instantes puedes ser consciente de esa transformación, de cómo las cosas que antes te hacían sonreír con complicidad ahora te sacan de quicio y cómo sus manías ya no te parecen tan encantadoras.

Es curioso que pese a las leches que haya podido darme la vida sigo siendo incapaz de verlas venir. No he sabido desarrollar esa intuición, ni los reflejos necesarios para levantar la mano a tiempo y frenar el golpe. Creo que sí he aprendido, sin embargo, a recibirlos y reaccionar con mayor entereza, a mirar hacia delante y no permitir que me frene lo que he dejado atrás.

Consiénteme que recalque que ya he dejado esta historia atrás.

Risto Mejide escribió que un silencio fuera de tiempo te puede acabar de condenar; callarse es cada vez más peligroso. Quizás eso es lo que nos ha pasado: hemos dejado para más tarde demasiadas conversaciones  y hemos taponado nuestras salidas de emergencia. Es probable que sea consecuencia de otra de las cosas que nos separan: mi necesidad constante de hablarlo y aclararlo todo y tu ansiedad por borrar las huellas y fingir que todo sigue igual.

Nada sigue igual.

A veces bromeaba con el hecho de que en cierta forma había presagiado el futuro en mis historias. Y puede que no esté muy lejos de la realidad; el problema es que mis historias tienen un principio y (aunque sea abierto) tienen un final, pero la vida continúa y cuando el libro se acaba y vuelves a colocarlo en la estantería hay un millón de cosas que podrían sorprenderte de los personajes sobre los que escribías y que creías conocer tan bien. Quizás fue eso lo que me falló, no calculé ni tuve en cuenta las posibles dimensiones de todas las historias no escritas y que vendrían después. Tal vez aún no era consciente de que las segundas partes nunca fueron buenas.

Cuando me hablen de ti respetaré tus silencios, sonreiré consciente de que probablemente poca gente pueda llegar a conocerte como yo te creo conocer, casi nadie podrá comprender el caos que en ocasiones envuelve nuestras vidas.

Cuando sepas de mí sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Y yo que me alegro; hay preguntas para las que es mejor no obtener respuesta. Permíteme aclarar, eso sí, que no escribo esto para obtener una reacción por tu parte, ni comparándote con nadie de mi pasado; como dije una vez creo que como ella solo hubo y habrá una en mi vida. No sé si el tiempo nos volverá a juntar en ese punto en el que alguna vez estuvimos, antes de que las cosas empezasen a ponerse complicadas. Pero ahora mismo lo dudo. Mi madre me enseñó desde muy pequeña que cuando quieres a alguien hay dos cosas básicas que nunca deben perderse: el respeto y el mostrarte vulnerable y pedir perdón cuando te has equivocado. Últimamente he notado que ambas cosas brillan por su ausencia entre nosotras. Y creo que en cualquier relación me merezco más que eso.

Es curioso porque vine a Barcelona con la idea de buscar algo, no sé bien el qué, y creo que he terminado por encontrarme a mí misma. Por eso mismo he aprendido a no aceptar cosas que puede que hubiese aceptado en el pasado. Han tenido que repetírmelo muchas veces, distintas personas y en diferentes estados, pero por fin soy consciente de que soy mejor que eso. El concepto eje llevado a la enésima potencia ya no me hace tanta gracia, no me identifico con él ni es lo que quiero.


Ojalá me equivoque, ojalá el universo ejerza la magia que tan embobada me deja y nuestras rutas vuelvan a cruzarse algún día, cuando menos me lo espere. Ojalá podamos volver a compartir historias, compartir la distancia y quemarla hasta sentirnos cerca de nuevo con unas pocas palabras o miradas. Ojalá esté equivocada pero creo que hay viajes para los que no estamos preparados, para los que no estamos destinados y quizás éste era uno de ellos, quizás nuestras rutas no deberían haberse cruzado. Puede que después de todo yo no entienda tanto de la adrenalina. 

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