¿Recuerdas
cuándo soñábamos con viajar, con vernos al otro lado del mundo y compartir lo
que nos había separado?
¿Qué cambió?
Tal vez nos hicimos
mayores. Igual con el paso del tiempo fuimos asumiendo que si alguna vez nos
separamos fue por algo. Cuesta creerlo pero es cierto que si observas con
atención durante un momento, si intentas dejar de lado la nostalgia que
acompaña al paso del tiempo, por instantes puedes ser consciente de esa
transformación, de cómo las cosas que antes te hacían sonreír con complicidad
ahora te sacan de quicio y cómo sus manías ya no te parecen tan encantadoras.
Es curioso que pese a las
leches que haya podido darme la vida sigo siendo incapaz de verlas venir. No he
sabido desarrollar esa intuición, ni los reflejos necesarios para levantar la
mano a tiempo y frenar el golpe. Creo que sí he aprendido, sin embargo, a
recibirlos y reaccionar con mayor entereza, a mirar hacia delante y no permitir
que me frene lo que he dejado atrás.
Consiénteme que recalque que
ya he dejado esta historia atrás.
Risto Mejide escribió que un silencio fuera de tiempo te puede acabar
de condenar; callarse es cada vez más peligroso. Quizás eso es lo que nos
ha pasado: hemos dejado para más tarde demasiadas conversaciones y hemos taponado nuestras salidas de
emergencia. Es probable que sea consecuencia de otra de las cosas que nos
separan: mi necesidad constante de hablarlo y aclararlo todo y tu ansiedad por
borrar las huellas y fingir que todo sigue igual.
Nada sigue igual.
A veces bromeaba con el
hecho de que en cierta forma había presagiado el futuro en mis historias. Y puede
que no esté muy lejos de la realidad; el problema es que mis historias tienen
un principio y (aunque sea abierto) tienen un final, pero la vida continúa y
cuando el libro se acaba y vuelves a colocarlo en la estantería hay un millón
de cosas que podrían sorprenderte de los personajes sobre los que escribías y
que creías conocer tan bien. Quizás fue eso lo que me falló, no calculé ni tuve
en cuenta las posibles dimensiones de todas las historias no escritas y que
vendrían después. Tal vez aún no era consciente de que las segundas partes
nunca fueron buenas.
Cuando me hablen de ti
respetaré tus silencios, sonreiré consciente de que probablemente poca gente
pueda llegar a conocerte como yo te creo conocer, casi nadie podrá comprender
el caos que en ocasiones envuelve nuestras vidas.
Cuando
sepas de mí sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo
de interrogación. Y yo que me alegro; hay preguntas para las
que es mejor no obtener respuesta. Permíteme aclarar, eso sí, que no escribo
esto para obtener una reacción por tu parte, ni comparándote con nadie de mi
pasado; como dije una vez creo que como ella solo hubo y habrá una en mi vida. No
sé si el tiempo nos volverá a juntar en ese punto en el que alguna vez
estuvimos, antes de que las cosas empezasen a ponerse complicadas. Pero ahora
mismo lo dudo. Mi madre me enseñó desde muy pequeña que cuando quieres a
alguien hay dos cosas básicas que nunca deben perderse: el respeto y el
mostrarte vulnerable y pedir perdón cuando te has equivocado. Últimamente he
notado que ambas cosas brillan por su ausencia entre nosotras. Y creo que en
cualquier relación me merezco más que eso.
Es curioso porque vine a
Barcelona con la idea de buscar algo, no sé bien el qué, y creo que he terminado
por encontrarme a mí misma. Por eso mismo he aprendido a no aceptar cosas que
puede que hubiese aceptado en el pasado. Han tenido que repetírmelo muchas
veces, distintas personas y en diferentes estados, pero por fin soy consciente
de que soy mejor que eso. El concepto eje llevado a la enésima potencia ya no
me hace tanta gracia, no me identifico con él ni es lo que quiero.
Ojalá me equivoque, ojalá
el universo ejerza la magia que tan embobada me deja y nuestras rutas vuelvan a
cruzarse algún día, cuando menos me lo espere. Ojalá podamos volver a compartir
historias, compartir la distancia y quemarla hasta sentirnos cerca de nuevo con
unas pocas palabras o miradas. Ojalá esté equivocada pero creo que hay viajes
para los que no estamos preparados, para los que no estamos destinados y quizás
éste era uno de ellos, quizás nuestras rutas no deberían haberse cruzado. Puede
que después de todo yo no entienda tanto de la adrenalina.
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