Recogíamos
palabras en tiempos de guerra, batallábamos por paces que nunca llegaban.
Cogías aviones que te llevaban a mí y yo reabría puertas cada vez que tú
llamabas.
He
soñado contigo por un tiempo… cuando me aburría la monotonía de mi vida y
pensaba en todas las aventuras que me prometías en silencio, con gritos, con
besos. He pensado en volver a Barcelona, en buscar tu pelo rubio por las
calles, en preguntarle a la gente por ti. Tal vez tú estés haciendo lo mismo.
“Estaba loca y le sentaba
mal beber, solía llorar sin estar triste, paraba el tráfico en la calle”
¿Recuerdas aquello que
decías de que la vida pasa más rápido pero también más lento de lo que creemos?
Pues yo ya llevo la cuenta de las horas que llevo sin prepararte un té con
hielo, llevo el tiempo atrapado en los ojos a la espera de volver a
encontrarte, a la espera de que para entonces no sea a otra a la que coges de
la mano en los semáforos.
Dice mi madre que sabe
cuándo estoy pensando en ti porque me muerdo el interior de una mejilla;
supongo que hay cosas que nunca cambian, que hay fuerzas que nunca pueden
controlarse.
He dejado de fumar ¿sabes?
Te reirías si supieras que lo he dejado ahora después de tanto luchar tú
entonces porque lo hiciera. Creo que me ayuda a sentirte cerca.
Te mentiría si te dijera
que no ha habido otras chicas, pero nunca he vuelto a dejar de ser impar.
Todavía llevo tu pintalabios guardado en el bolsillo por si quieres reabrir un
debate entre pintártelos o besarme una vez más. Todavía tengo una caligrafía
barata y vaga y sigo haciendo tachones en todas las libretas en las que escribo. Todavía
escribo sobre ti.
Dicen mis amigas que ya no
soy la misma. Aún no les he contado que
escribiste “eje” en una servilleta y la metiste en tu cerveza para que
se diluyera. “Now tell me about the real you” me susurraste en ese bar de mala
muerte en el que nos refugiábamos de la lluvia. Era la primera vez que
quedábamos de día y llevabas puesta tu camiseta de The
1975; me la he puesto para escribir esto pero, tranquila, que
solo la uso en ocasiones especiales o cuando como chocolate.
Aún no les he contado que
cada martes o miércoles de Champions, en vez de animar a mi equipo, quedábamos
con los amigos de tu ciudad para animar al tuyo. Y cada vez que te emocionabas
con vuestro himno yo jugaba con los pequeños pelos de tu nuca tratando de
alejar la nostalgia. ¿Tienes nostalgia ahora del tiempo que pasamos juntas?
Quiero creer que tú también extrañas ver el amanecer en La Barceloneta después
de una noche de fiesta; guardo la arena que me traje junto a las entradas de
todos los conciertos a los que fuimos.
Mis amigas aún no saben
que cada vez que metíais un gol yo dejaba de ver la tele y te miraba a ti, no
saben que valía la pena animar a tu equipo por ver cómo te apartabas el
flequillo de la cara cuando marcabais, o por cómo me guiñabas un ojo cuando el
árbitro pitaba el final del partido. Ahí empezaba nuestra noche y brindábamos
por todas las noches que se convirtieron en mañanas, brindábamos por Inglaterra
pero también por España, en ocasiones hasta brindábamos por Amsterdam. Y ahora
pienso en aquel viaje exprés que hicimos, en aquellas risas congeladas en el
tiempo que nos esperan todavía en la Plaza Dam. Hay quien asegura que ha visto
nuestras sombras en los canales, cruzando un puente hacia un futuro que por
desgracia dejamos atrás. No he vuelto al barrio rojo, ni a un coffee shop, ni
me he vuelto a montar en bicicleta o en una nube; no he vuelto a Amsterdam pero
estoy convencida de que una parte de mí no llegó a irse de allí. Acabo de
recordar cuánto celebraste el gol que os dio el pase a semifinales, no
llevábamos ni una hora allí y habíamos parado a ver el partido antes incluso de
dejar las maletas en el hotel. La gente te miraba como si estuvieras loca, una
camarera te desnudaba con los ojos y tú me besaste en cuanto dejaste de saltar;
aquel fue uno de los viajes más felices de mi vida.
Fue maravilloso compartir
contigo esa etapa, la primera vez que no veías una final de Champions con tus
hermanos, tu primera vez fuera de casa, en un país distinto. Fue una gran
coincidencia que tus queridos reds ganaran la Champions 15 años después justo
el año que pasamos juntas. Aunque ya sabes que nunca he creído en las
casualidades.
Mis amigas aún no saben
esa historia, no saben que la marca que tengo en la muñeca izquierda me la hice
la noche en que vimos la final, con la lámpara del bar cuando saltamos como
locas, la noche en que te vi llorar de emoción por primera vez y en la que
quemamos Barcelona, casi literalmente.
No saben que no he parado
de escribir desde que te conocí, como si algo hubiera revivido en mí. No saben
que he llenado libretas y cuadernos intentando describirte, que te he dedicado
versos en inglés, castellano y catalán, sobre recibos atrasados, folios,
billetes y posavasos que robaba en los bares. Ellas no te han visto a medio
vestir haciéndonos el desayuno, ni conocen el verde de tus ojos, tu voz ronca
al despertarte o tu pasión por Hemingway; no saben que nos presentó mi
compañera de piso, que tardamos dos horas en besarnos y dos meses en decirnos “te
quiero”. Si te vieran quizás entenderían por qué no les cogía el teléfono la
mayor parte de las veces que llamaban. Si te conocieran comprenderían por qué
he cambiado, porque sí que es verdad que ya no soy la misma.
Supongo que hasta ahora no
les he contado nada por qué he querido mantenerte casi en una especie de sitio
secreto, reservado para mí, medio protegido de cualquier cosa que pudiera enturbiarlo.
A veces creo que he sido un poco egoísta por no compartir con ellas la
felicidad que me transmitías, por no compartir ahora la tristeza que supone
tenerte tan lejos. Pero nunca he tenido nada así y hay cosas en la vida con las
que no hay que correr riesgos.
Esta noche me sentaré con
ellas y les contaré toda nuestra historia, como hice con mi madre al comienzo
del verano. Tendré que ver sus caras de desconcierto, sus reproches, contestar
a sus preguntas… pero supongo que también veré sus caras de sorpresa y, espero,
de alegría. Nunca es tarde para contar que mi año en Barcelona no fue
exactamente como creen, que los pendientes que encontraron en mi cama cuando
vinieron a verme no eran de un rollo de una noche, que al concierto de Robbie
Williams no fui con mi compañera de piso, que la que me sacaba las fotos que
subía a Instagram eras tú, que no volví a Galicia por mi cumpleaños para
pasarlo juntas, que la sombra que había detrás de cada sonrisa mía que vieron
ese año era la tuya.
Supongo que ha llegado el
momento de decirles que voy a volver a por ti, mi rubia loca. Aún no sé cómo no
se han dado cuenta antes, cómo no han sospechado de la cantidad de veces que
salía de los pubs para hablar por teléfono, de que no he hablado de ninguna
chica desde que me fui a Barcelona ni me han visto con ninguna desde que volví;
no sé cómo no se han dado cuenta de la foto que tengo de fondo de pantalla o de
los chupones mal maquillados que traía cuando venía a visitarlas. Aún recuerdo
tu sonrisa cuando yo hablaba por Skype con una de ellas mientras tú estudiabas
y me decía entre bromas: Águeda, no vayas a enamorarte de una extranjera y te nos
marches vete a saber dónde. Como ya he dicho parece que hay fuerzas que nunca
pueden controlarse.
Tal vez la próxima vez que
te vea lleves puesta la cazadora de cuero gastada que tanto nos protegió en
noviembre de los chaparrones repentinos. Tal vez hayas vuelto a pintar o te
hayas hecho un tatuaje nuevo. Quizás aún te pase como a mí y te despiertes cada
mañana pensando que me tienes a tu lado en la cama. Tal vez la próxima vez que
te vea hayas decidido que tu plan de comerte el mundo sigue siendo el único que
tiene algún sentido. Puede que alguien me diga al oído que acabas de entrar en
el bar en el que estamos o quizás escuche tu voz de repente en una rueda de
prensa abarrotada de periodistas. Puede que la próxima vez que suene el timbre
y vaya a abrir la puerta estés tú al otro lado. Puede que un día esté paseando
por las ramblas, me fije en un puesto de flores y vea un destello de luz; el
sol me ha dicho que echa tanto de menos jugar con tu pelo como yo.
“Guardaba
la luz en su cabello rubio”
Tal vez la próxima vez que
nos encontremos lleve puesta la camiseta del Liverpool, para que así, al verme,
sientas que has llegado a casa.
agaporni!!!! mi pelo es castaño
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Darling, no todo lo que escriba podía ser sobre ti.
EliminarPues es una verdadera pena :(
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