Creo
firmemente en que no existen las casualidades, en que el que cree en ellas es
porque no conoce algo mejor, en que nadie le ha explicado que “casualidad” es
un término que se inventaron los que no eran capaces de explicar la magia de la
vida. Creo firmemente en nosotras, en que tarde o temprano, si no lo he hecho
ya, voy a encontrarte. Espero que para entonces tú también me esperes con
tantas ganas de abrazarme y juntar nuestros labios que se te olviden todas las
bocas que he tenido que besar para encontrar la tuya. Espero que nunca nos
echemos en cara el pasado, al fin y al cabo pasado está, que lo importante sea
siempre levantarnos cada mañana y elegirnos la una a la otra. Que sepas que si
se trata de elegir te prefiero en pijama, con resaca, recién despertada y
siendo tú misma. También te prefiero sin ropa pero eso igual es mucho pedir.
Ayer te eché en falta
cuando dieron las doce, te busqué en el frío de la noche entre melenas sueltas,
recogidos imposibles y labios perfectamente pintados. Creo que te busco
siempre, aunque no quiera admitirlo, y quizás sea ese el problema. Eché en
falta tus labios susurrándome algo al oído cuando nadie miraba, eché en falta
tu risa mezclada con la de mis amigas, tu mano en el final de mi espalda
abriéndome paso, tu forma de hablarme sin decir palabra. Creo que tras unas
cuantas copas estuve a punto de llamarte para escuchar tu voz, de escribirte
para que supieses que te echaba de menos; luego comprendí que no sabía a quién
tenía que escribirle, que es muy probable que ni siquiera te conozca aún. El
tiempo vuela en ocasiones y otras parece congelarse o ralentizarse, a veces
creo estar atrapada en este período en el que aún no te he encontrado. Créeme
cuando te digo que voy a intentar salir de él sea como sea. Si al final de la
meta estás tú vale la pena cualquier maratón. Y por eso sigo corriendo.
Estoy cansada de perseguir
imposibles, de entregarme a la primera de cambio y sin barreras de por medio a
quien ni siquiera se lo ha ganado antes. Estoy cansada de mirar el móvil
esperando mensajes que no llegan, llamadas que nunca se hacen. Estoy cansada de
tener que leer entre líneas, de quien no me da la seguridad absoluta de que
importo, de que hago falta y sobre todo se me quiere ahí; el amor no debería de
ser tan complicado. Hay quien, sin saber mi historia, ha tratado de insinuarme que
quizás soy demasiado insegura; no se trata de eso, se trata de que hay pequeños
detalles que dicen mucho más que las palabras ambiguas y para bien o para mal
resulta que he aprendido a leerlos muy bien. Yo sería la última en hablarte un
31 de diciembre y la primera un 1 de enero y ese detalle dice mucho. Que dada
mi resaca actual haya optado por escribirte también dice mucho.
Quizás es por la nostalgia
de terminar un año, por la ilusión de comenzar otro, por la adrenalina
patrocinada por el alcohol que aún corre por mi cuerpo o por las ganas que te
tengo, pero me da la sensación de que éste va a ser nuestro año. Y si no lo
digo reviento. así que perdona mi imprudencia, mi desfachatez y mi esperanza
siempre en alza. Eres tú que con sólo imaginarte me haces perder los papeles.
Feliz año amor. Sal a buscarme.
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