jueves, 24 de mayo de 2012

Sonrisas anónimas


La primera vez que la vi sonreír paralizó mi maleta cargada de sueños que me acompañaba destino Pontevedra. Me he levantado desde entonces cada mañana para intentar ver esa sonrisa, pocas y memorables veces dirigida a mí.
Esa fue la primera vez que la conocí de verdad; nos habíamos cruzado, pero nunca antes la había visto.
Nunca llegará a saber que adoro su sonrisa. Nunca llegaré a besarla. Precisamente porque una de las cosas que más me define es lo que me impide tener nunca la más mínima oportunidad con ella. Pero esa es la esencia de todo amor platónico, saber desde un principio que era imposible, por mucho que yo me empeñe en soñar despierta.
El tiempo además no ha jugado nunca en mi favor, desventajas de participar solo, de no disfrutar de la compañía de tu número par. Llegar a conocerte, saber más de ti, no hizo sino empeorar las cosas. Habría sido más saludable para todos que te quedaras en una sonrisa, encantadora pero superficial, no lo bastante intensa como para hacerme pensar en ti todavía un año más tarde… o quizás sí, quién sabe. Y sin embargo no cambiaría absolutamente nada si pudiera ¿para qué? Soy irremediable.
A veces me gustaría pensar que si LA chica fuera algún día MI chica, el mundo sería un poquito más justo. Pero sé que no es verdad, es solo esa frase a la que recurro para no sentirme tan frustrada e impotente cada vez que el mundo te trae a mi mente y me recuerda todo lo que tenemos en común. No me malinterpretes, no soy nadie para saber lo que es justo y lo que no, es solo una especie de hogar en un momento de desesperanza. De hecho pienso que no estaba escrito, ya que creo firmemente  en el destino y en que si tuviéramos que estar juntas tarde o temprano lo estaríamos. A día de hoy, salvo delirios espontáneos y tan propios de mí por otra parte, no conservo esa esperanza.
Pero si algún día entre sueño y sueño llegas a darte cuenta de cómo te miro  (si es que alguna vez me permito volver a verte de verdad) espero que desvíes sonrojada la mirada, mientras una leve sonrisa se dibuja en tu cara, con esa mezcla de ternura y misterio que te envuelve desde el primer instante, desde aquella primera sonrisa en una estación de tren.

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