martes, 25 de abril de 2017

Incendios de nieve

 Era tan bonita y tan niña a la vez... Era blanco o negro y muy pocas veces gris. Podía decirte algo y contradecirse en segundos, incoherente, emocional, con mil barreras que la protegían y que ella misma había construido.

A veces era frágil como una niña, pero también podía ser sensual como una mujer que ya se hubiese comido el mundo y ahora solo quisiera comerte a ti. Me llenaba la cabeza de ideas y los ojos de poesía, su risa lo inundaba todo. Su risa... Joder, ¿como pude dejar que escapara? ¿Volveremos a encontrarnos? 
 Era tan rica, tan dulce, tan mía... Aunque ella decía que nunca sería de nadie. Tenía al mar como aliado y lo llevaba en sus ojos, tenía luz en el cuerpo y un pacto con el viento, estoy segura. Buscaba estar en todas partes y a veces no estaba en ninguna, deseaba con todas sus fuerzas llegar y cuando veía de cerca el destino ya estaba pensando en marcharse.

Tardé un tiempo en comprender sus miedos, en darme cuenta de que le aterraba tanto cualquier conexión real que hiciese vibrar su alma que solo buscaba salidas, excusas. Guardaba comodines debajo de la manga, evadía supuestos sin analizarlos, obviaba conversaciones o las tenía consigo misma y utilizaba sus proyectos como escudo. Creí que algo era posible entre nosotras antes de saber todo esto pero como bien dice esa frase que un día leí: 

"Todo lo que no es amor es miedo. Y donde hay miedo nunca puede haber amor." 

Nuestras circunstancias tampoco ayudaron: distintos países, distintas vidas, distintas heridas. "Nada es imposible" pensaba a veces, cuando notaba esa química bestial que nos envolvía sin quererlo y que amenazaba con volarlo todo por los aires. Y tanto que saltó todo por los aires... Aunque prefiero no pensar en esa etapa, ya la he perdonado por hacernos daño y he intentado borrar de mi mente los reproches injustificados, las malas palabras. No me gusta vernos así, me hace mal. No todo fue ella además, yo también saco mis garras a pasear cuando me atacan, es parte de mí. Como decía, aunque en breves momentos si veía posible que superásemos las adversidades, con el paso del tiempo ese pensamiento se fue evaporando de mi mente. "Le faltan años", decía yo. Pero joder nena, cuánto me habría gustado quemarlos contigo.  

En silencios me dijo una vez que prefería que no hablase de lo nuestro, creo que tenía miedo de verse expuesta, que si tenía que elegir se sentía mil veces más cómoda mostrando su cuerpo y no su alma, no toda al menos. También me contaron sus ojos que tenía la sensación de que el mundo envidiaría nuestra historia al conocerla: cómo nos mirábamos sin darnos cuenta, cómo creábamos una burbuja a nuestro alrededor, cómo estallaban galaxias cuando nos rozábamos. Que se mueran de envidia. Yo no he podido evitar escribir sobre ella, me ayuda a sentirla más cerca ahora que no está. Ha vuelto a su vida y parece no haber hueco para mí en ella, supongo que yo debo seguir con la mía y dejar que sea el tiempo el que hable. Quizás nunca lea las cosas preciosas que le he escrito durante este tiempo, hay cartas sin sello que nunca llegan al buzón del destinatario. Y si es así es porque así debía ser. Para mí seguirá siendo la niña de mis ojos. 

Yo que no creo nada en las casualidades pero que trato de entender las causalidades, me encuentro ahora ante esta ironía: mi intención y mi instinto cuando la conocí me empujaban a cuidarla y protegerla y resulta que la que no se ha sabido proteger para no caer rendida he sido yo. A veces al todo le gusta jugar con estas cosas.

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