“I
hate to think about you intertwining your soul with somebody else”
El
otro día alguien me preguntó si hacía mucho tiempo que te había visto, si te
había sentido cerca últimamente, si por casualidad nos habíamos chocado en el
mismo momento, en el mismo lugar. Suelo evitar esas preguntas, suelo callarme y
sonreír como si tuviese todas las respuestas…
Hay
varios momentos en mi memoria en los que he creído encontrarte, normalmente con
unas cuantas copas de más que nublaban mi criterio, casi siempre en alguna de
esas horas en que todo parece distinto, más deslumbrante o más urgente, como si
el mundo fuese a terminarse al salir el sol.
“The
nights were mainly made for saying things that you can’t say tomorrow day”
En
esas noches me he perdido en labios que no eran los tuyos, siempre con la
esperanza de encontrarte en ellos al cerrar los ojos. Me he encontrado entre
unos brazos extraños que no me hacían sentir como en casa. Y entonces la
sobriedad de la vida iba poco a poco abriéndose paso, hasta que me daba cuenta:
no eras tú.
Ninguna
de ellas eras tú. Aunque algunas creyeron serlo.
Pero
también he creído verte en conversaciones a las tantas de la mañana, cuando el
mundo dormía y una chica concreta y yo tratábamos de entenderlo; nunca llegamos
a estar ni cerca de lograrlo… Pero durante el tiempo que pasé conociéndola,
soñando con ella, escribiendo sobre ella, por momentos creía que esa vez sí,
que quizás te había encontrado.
Fue
una vaga ilusión que duró solo un tiempo. Pronto empecé a entender que tú nunca
jugarías de esa forma, casi como si me quisieras sólo cuando era conveniente. Siempre
he creído que entre tú y yo habría un sentimiento que no puedes controlar por
mucho que quieras. ¿Cómo podías entonces ser tú si ella parecía tener un
interruptor para apagarme y encenderme a su antojo? Con el paso de los días, o
de los meses, me fui dando cuenta de que no me miraba como imaginaba que tú lo
harías, de que nunca estuvo en sus planes el verme como algo más que una amiga.
Tampoco fue culpa suya que las ganas de compartir tiempo contigo me cegasen.
Tenía, además, muchas cosas en su personalidad que contribuyeron a mi
confusión, muchas semejanzas con el perfil que mis palabras habían hecho de ti.
Y tampoco te voy a engañar, su sonrisa me hacía temblar. Pero en el fondo nunca
me dedicó la suficiente atención ni hubo la suficiente conexión por su parte
como para comprarme nuevos vuelos a París.
En
París descubrí a la primera, pero era un sentimiento tan platónico, tan
unidireccional y tan propio de esa burbuja en tu vida que suponen los largos
viajes, que supe desde el primer momento que no podías ser tú (o al menos lo
tenía claro en mi mente, mi corazón se dejó llevar por un tiempo). Y sin
embargo París se convirtió en un símbolo de lo que siempre quise, de aquello
que por fin me atrevía a desear sin miedo; sin miedo y en voz alta.
Y
supongo que por eso no he dejado de viajar, no he dejado de buscarte en todas
partes. Porque aunque al principio creía que no podía haber nada mejor que
París, con los años por fin he comprendido que me quedaban muchas ciudades
igual de bonitas y especiales aún por conocer, que efectivamente tú no eras
París pero quizás fueras Ámsterdam, Barcelona, Dublín o Roma. Quizás nuestros
destinos tarden más en encontrarse, quizás me hacía falta ahorrar en
experiencias para viajar a ti, ir acumulándolas poco a poco para que cuando te
encuentre me resulte más sencillo comprender tu mapa. Sigo sintiendo la
adrenalina cada vez que me subo a un avión, o que planeo una escapada o que alguien
me enseña un sitio nuevo que no conocía. Pero al mismo tiempo creo que cada
aventura me ha hecho un poquito más paciente: espero con calma la siguiente
igual que he aprendido a esperarte a ti. Y ahora también soy consciente de que
cada viaje llega a su debido tiempo, que no deben forzarse las cosas y que
cuando crees que estás preparado para hacer las maletas rumbo a Londres, por
ejemplo, tal vez el destino te diga que no es tu momento. De igual modo si te
hubiese encontrado a los 19 años es muy probable que hubiese sido un desastre.
Y
no me entiendas mal, ha llegado un momento en mi vida en el que me muero por
recorrer tus calles, por descubrir rincones que nadie conozca y hacer “nuestros”
pequeños momentos y tradiciones. Últimamente he conocido demasiadas ciudades de
paso, ciudades que estaban repletas de turistas o en las que no podía visualizarme,
ciudades que han dejado marcas en mi cuerpo pero no en mi cuaderno de viaje, ciudades
confusas o faltas de historia o ciudades que creía conocer bien pero en las que
he descubierto un lado oscuro al cruzar determinados puentes. Y tantos viajes,
tantas idas y venidas, sólo han conseguido que vuelva con una maleta llena de
ganas de encontrarte; en vez de asquearme o enfadarme con el mundo siento que
ahora es cuando más quiero explorarlo en tu busca y cuando más añoro llegar a
tu ciudad. Pero estoy convencida, como ya he dicho, de que las cosas pasan
cuando tienen que pasar y cuando menos me lo espere, una noche mientras me
enciendo un cigarro o pago una cerveza o cruzo una calle para encontrarme con
un amigo, algo me hará saber que tengo billetes para ir a verte. Y ojalá que
para entonces tú también tengas tantas ganas de verme que estés ya esperándome
en la estación. Hasta entonces disfruta cada parada en el camino, cada noche,
cada comida con los tuyos, cada canción y recuerdo que te haga sonreír, que yo
estaré deseando conocerlos todos cuando llegue el momento. Eso sí, sigue
viajando. Siempre.
“If
you love somebody enough you’ll go where your heart wants to go. That’s how I
got to Memphis”
No hay comentarios:
Publicar un comentario