jueves, 27 de octubre de 2016

La ciudad sin nombre

“I hate to think about you intertwining your soul with somebody else”

El otro día alguien me preguntó si hacía mucho tiempo que te había visto, si te había sentido cerca últimamente, si por casualidad nos habíamos chocado en el mismo momento, en el mismo lugar. Suelo evitar esas preguntas, suelo callarme y sonreír como si tuviese todas las respuestas…

Hay varios momentos en mi memoria en los que he creído encontrarte, normalmente con unas cuantas copas de más que nublaban mi criterio, casi siempre en alguna de esas horas en que todo parece distinto, más deslumbrante o más urgente, como si el mundo fuese a terminarse al salir el sol.


“The nights were mainly made for saying things that you can’t say tomorrow day”

En esas noches me he perdido en labios que no eran los tuyos, siempre con la esperanza de encontrarte en ellos al cerrar los ojos. Me he encontrado entre unos brazos extraños que no me hacían sentir como en casa. Y entonces la sobriedad de la vida iba poco a poco abriéndose paso, hasta que me daba cuenta: no eras tú.

Ninguna de ellas eras tú. Aunque algunas creyeron serlo.

Pero también he creído verte en conversaciones a las tantas de la mañana, cuando el mundo dormía y una chica concreta y yo tratábamos de entenderlo; nunca llegamos a estar ni cerca de lograrlo… Pero durante el tiempo que pasé conociéndola, soñando con ella, escribiendo sobre ella, por momentos creía que esa vez sí, que quizás te había encontrado.

Fue una vaga ilusión que duró solo un tiempo. Pronto empecé a entender que tú nunca jugarías de esa forma, casi como si me quisieras sólo cuando era conveniente. Siempre he creído que entre tú y yo habría un sentimiento que no puedes controlar por mucho que quieras. ¿Cómo podías entonces ser tú si ella parecía tener un interruptor para apagarme y encenderme a su antojo? Con el paso de los días, o de los meses, me fui dando cuenta de que no me miraba como imaginaba que tú lo harías, de que nunca estuvo en sus planes el verme como algo más que una amiga. Tampoco fue culpa suya que las ganas de compartir tiempo contigo me cegasen. Tenía, además, muchas cosas en su personalidad que contribuyeron a mi confusión, muchas semejanzas con el perfil que mis palabras habían hecho de ti. Y tampoco te voy a engañar, su sonrisa me hacía temblar. Pero en el fondo nunca me dedicó la suficiente atención ni hubo la suficiente conexión por su parte como para comprarme nuevos vuelos a París.

En París descubrí a la primera, pero era un sentimiento tan platónico, tan unidireccional y tan propio de esa burbuja en tu vida que suponen los largos viajes, que supe desde el primer momento que no podías ser tú (o al menos lo tenía claro en mi mente, mi corazón se dejó llevar por un tiempo). Y sin embargo París se convirtió en un símbolo de lo que siempre quise, de aquello que por fin me atrevía a desear sin miedo; sin miedo y en voz alta.

Y supongo que por eso no he dejado de viajar, no he dejado de buscarte en todas partes. Porque aunque al principio creía que no podía haber nada mejor que París, con los años por fin he comprendido que me quedaban muchas ciudades igual de bonitas y especiales aún por conocer, que efectivamente tú no eras París pero quizás fueras Ámsterdam, Barcelona, Dublín o Roma. Quizás nuestros destinos tarden más en encontrarse, quizás me hacía falta ahorrar en experiencias para viajar a ti, ir acumulándolas poco a poco para que cuando te encuentre me resulte más sencillo comprender tu mapa. Sigo sintiendo la adrenalina cada vez que me subo a un avión, o que planeo una escapada o que alguien me enseña un sitio nuevo que no conocía. Pero al mismo tiempo creo que cada aventura me ha hecho un poquito más paciente: espero con calma la siguiente igual que he aprendido a esperarte a ti. Y ahora también soy consciente de que cada viaje llega a su debido tiempo, que no deben forzarse las cosas y que cuando crees que estás preparado para hacer las maletas rumbo a Londres, por ejemplo, tal vez el destino te diga que no es tu momento. De igual modo si te hubiese encontrado a los 19 años es muy probable que hubiese sido un desastre.


Y no me entiendas mal, ha llegado un momento en mi vida en el que me muero por recorrer tus calles, por descubrir rincones que nadie conozca y hacer “nuestros” pequeños momentos y tradiciones. Últimamente he conocido demasiadas ciudades de paso, ciudades que estaban repletas de turistas o en las que no podía visualizarme, ciudades que han dejado marcas en mi cuerpo pero no en mi cuaderno de viaje, ciudades confusas o faltas de historia o ciudades que creía conocer bien pero en las que he descubierto un lado oscuro al cruzar determinados puentes. Y tantos viajes, tantas idas y venidas, sólo han conseguido que vuelva con una maleta llena de ganas de encontrarte; en vez de asquearme o enfadarme con el mundo siento que ahora es cuando más quiero explorarlo en tu busca y cuando más añoro llegar a tu ciudad. Pero estoy convencida, como ya he dicho, de que las cosas pasan cuando tienen que pasar y cuando menos me lo espere, una noche mientras me enciendo un cigarro o pago una cerveza o cruzo una calle para encontrarme con un amigo, algo me hará saber que tengo billetes para ir a verte. Y ojalá que para entonces tú también tengas tantas ganas de verme que estés ya esperándome en la estación. Hasta entonces disfruta cada parada en el camino, cada noche, cada comida con los tuyos, cada canción y recuerdo que te haga sonreír, que yo estaré deseando conocerlos todos cuando llegue el momento. Eso sí, sigue viajando. Siempre.  


“If you love somebody enough you’ll go where your heart wants to go. That’s how I got to Memphis” 

No hay comentarios:

Publicar un comentario