domingo, 7 de octubre de 2012

La canción que escuché una noche


Hay días que enciendes la radio y escuchas una canción tras otra sin que ninguna te diga nada. A veces tarareas alguna un par de días, una noche quizás, pero pronto se irá también de tu cabeza. Sin embargo, hay otras canciones que se cuelan poco a poco: el primer día te dejas llevar por el estribillo, te acaricia la piel pero también te invita a abrir tu mente, te gusta, te llama la atención y a medida que pasan los días y la vas escuchando te aprendes también las estrofas.
Es ese último tipo de canción el que más tiempo permanecerá en tu mente, el que hará que te sientas impaciente por volver a escucharla. Una canción que habla de puertas que se abren y se cierran, que deja entrever pero nunca es clara, que a veces parece lo más dulce y a veces lo más indefinible. Invitadora, distinta, quizás no para todos los públicos. Y cuando aparezca de nuevo la oirás aún con más ganas, con más atención, intentando descubrir en ella cosas que las primeras veces se te habían escapado, tratando de imaginar cuál es la historia detrás de esas letras.
Es entonces cuando te harás tus suposiciones y la sentirás a tu manera, porque la misma canción es distinta según quién la escuche. Te gustaría tener todas las claves para tocarla, para que suene cuando quieras que lo haga, pero es difícil tocar una canción sin conocer todos sus acordes.

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