Hay días que
enciendes la radio y escuchas una canción tras otra sin que ninguna te diga
nada. A veces tarareas alguna un par de días, una noche quizás, pero pronto se
irá también de tu cabeza. Sin embargo, hay otras canciones que se cuelan poco a
poco: el primer día te dejas llevar por el estribillo, te acaricia la piel pero
también te invita a abrir tu mente, te gusta, te llama la atención y a medida
que pasan los días y la vas escuchando te aprendes también las estrofas.
Es ese
último tipo de canción el que más tiempo permanecerá en tu mente, el que hará
que te sientas impaciente por volver a escucharla. Una canción que habla de
puertas que se abren y se cierran, que deja entrever pero nunca es clara, que a
veces parece lo más dulce y a veces lo más indefinible. Invitadora, distinta,
quizás no para todos los públicos. Y cuando aparezca de nuevo la oirás aún con
más ganas, con más atención, intentando descubrir en ella cosas que las
primeras veces se te habían escapado, tratando de imaginar cuál es la historia
detrás de esas letras.
Es entonces
cuando te harás tus suposiciones y la sentirás a tu manera, porque la misma
canción es distinta según quién la escuche. Te gustaría tener todas las claves
para tocarla, para que suene cuando quieras que lo haga, pero es difícil tocar
una canción sin conocer todos sus acordes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario