¿Alguna vez te has despertado y has
pensado: pillaría el primer tren a cualquier parte? Destino: Desconocido. Así
es la vida también.
Hay
trenes que vemos alejarse desde el andén y justo cuando estamos a punto de
perderlos de vista pensamos: “¿Y si ese era mi tren?” Pero lo cierto es que
probablemente no lo sea. A la vida le gusta meternos las dudas en el último
momento, cuando ya no hay marcha atrás. Yo soy más de pensar que cuando un viaje
es para ti, por muchas dudas y miedos que tengamos, al final y aunque sea en el
último momento te compras el billete, haces la maleta y te subes al vagón. Así
que si lo has perdido o no era para ti, o te venía grande.
Hay
estaciones que huelen a despedida, como si tuvieran atrapadas en las vías todas
las sonrisas a medias, la sombra de los que se quedaron, los abrazos que sueñan
con parar el tiempo y las ilusiones
mezcladas con la tristeza de los que se van.
Hay
trenes repletos que te hacen sentir solo y hay trenes vacíos que enseguida llenas
con el recuerdo de todos a los que has conocido en el camino.
Hay
trenes que suenan a Rolling, que saben a cerveza y tequila, que huelen a todo
lo que pudisteis haber sido. Hay trenes que se cruzan en tu vida para enseñarte
algo, trenes que te hacen olvidar y otros a los que siempre vas a recordar.
Hay
viajes que te atrapan, asientos en los que sin quererlo parece que lleves toda
una vida; no olvides que siempre puedes apretar el botón de emergencia y salir
corriendo.
Pero
si estás en el tren adecuado déjate sorprender por el paisaje, disfruta las
vistas, escucha las conversaciones que te envuelven. Y al caer la noche cierra
los ojos, las curvas parecen distintas en la oscuridad, más suaves, más
tentadoras quizás. Es la vida invitándote a que te dejes llevar. Repito, solo
en el tren adecuado te sentirás desde el principio como si ya hubieras estado
allí antes, lo llevarás dentro igual que él te llevará a ti. Quizás os
reconozcáis de otra vida o le hayas visto pasar de lejos cuando aún no era tu
momento; esa sensación suele presagiar trayectos duraderos, de los que dejan
marca pero no herida. Esos trenes de los que te hablo son mar, montaña,
desierto, ciudad y nieve. Son calor del que no quema, frío que incita a
arroparte. No entienden de edad, de idioma o de sexo y solo contienen maletas
que invitan a soñar con más viajes. Esos trenes son magia entre paradas, son
banda sonora y guion. Son asomarte a la ventana y darte cuenta de que ya has
llegado a casa.
Supongo
que a estas alturas habrás intuido que hablo de todo menos de trenes.
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