lunes, 15 de mayo de 2017

Train

¿Alguna vez te has despertado y has pensado: pillaría el primer tren a cualquier parte? Destino: Desconocido. Así es la vida también.

Hay trenes que vemos alejarse desde el andén y justo cuando estamos a punto de perderlos de vista pensamos: “¿Y si ese era mi tren?” Pero lo cierto es que probablemente no lo sea. A la vida le gusta meternos las dudas en el último momento, cuando ya no hay marcha atrás. Yo soy más de pensar que cuando un viaje es para ti, por muchas dudas y miedos que tengamos, al final y aunque sea en el último momento te compras el billete, haces la maleta y te subes al vagón. Así que si lo has perdido o no era para ti, o te venía grande.


Hay estaciones que huelen a despedida, como si tuvieran atrapadas en las vías todas las sonrisas a medias, la sombra de los que se quedaron, los abrazos que sueñan con parar  el tiempo y las ilusiones mezcladas con la tristeza de los que se van.

Hay trenes repletos que te hacen sentir solo y hay trenes vacíos que enseguida llenas con el recuerdo de todos a los que has conocido en el camino.

Hay trenes que suenan a Rolling, que saben a cerveza y tequila, que huelen a todo lo que pudisteis haber sido. Hay trenes que se cruzan en tu vida para enseñarte algo, trenes que te hacen olvidar y otros a los que siempre vas a recordar.

Hay viajes que te atrapan, asientos en los que sin quererlo parece que lleves toda una vida; no olvides que siempre puedes apretar el botón de emergencia y salir corriendo.

Pero si estás en el tren adecuado déjate sorprender por el paisaje, disfruta las vistas, escucha las conversaciones que te envuelven. Y al caer la noche cierra los ojos, las curvas parecen distintas en la oscuridad, más suaves, más tentadoras quizás. Es la vida invitándote a que te dejes llevar. Repito, solo en el tren adecuado te sentirás desde el principio como si ya hubieras estado allí antes, lo llevarás dentro igual que él te llevará a ti. Quizás os reconozcáis de otra vida o le hayas visto pasar de lejos cuando aún no era tu momento; esa sensación suele presagiar trayectos duraderos, de los que dejan marca pero no herida. Esos trenes de los que te hablo son mar, montaña, desierto, ciudad y nieve. Son calor del que no quema, frío que incita a arroparte. No entienden de edad, de idioma o de sexo y solo contienen maletas que invitan a soñar con más viajes. Esos trenes son magia entre paradas, son banda sonora y guion. Son asomarte a la ventana y darte cuenta de que ya has llegado a casa.


Supongo que a estas alturas habrás intuido que hablo de todo menos de trenes. 

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