Sabes que se ha acabado cuando metes sus cosas en una caja,
cumpliendo el topicazo de las series y películas americanas. Sabes que se ha
acabado cuando no está en tu lista de llamadas recientes, y su icono no aparece
en tu pantalla en ninguna red social. Sabes que se ha acabado no cuando dejas
de hablar de ella, sino en ese momento en que te das cuenta de que lleva días
sin cruzar por tu mente. Pero, sobre todo, lo sabes en ese instante en que ves
cerrado el cine en que descubriste que te habías enamorado de ella.
Ahora ves borroso tu posible futuro con esa chica, como el
rastro de esos carteles ahora arrancados pero que en su día brillaron siendo
los éxitos más recientes de la taquilla.
Intentas recordar cada minuto en ese cine y te lamentas por
no haber intentado grabarlo en tu mente en su día, por no memorizar ese momento
que te cambió la vida. Te enamoraste por primera y única vez hasta el momento
entre esas butacas, y hoy solo quedan unas entradas gastadas guardadas en una
caja y que son, apenas, un leve recordatorio de que eso realmente ocurrió, no
lo soñaste. Ella no era un producto de tu imaginación; de haberlo sido
probablemente seguiría a tu lado. De haberlo sabido, tus ojos habrían visto de
forma distinta aquellas películas.
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