¿Sabes? He vuelto allí, a ese cine antiguo. Quizás no sea de
época, pero definitivamente tampoco es muy moderno. Y la sala está vacía. Me
siento y espero. Ni si quiera veo la película, solo espero. Vuelvo a ese sitio en que un día te quise y espero a
que ese sentimiento vuelva. Espero tanto que el revisor tiene que invitarme
disimuladamente a irme cuando los créditos terminan. Pero no he vuelto a
sentirlo. Y soy idiota, lo sé, porque en el fondo fui allí a buscarte. Y me
acuerdo entonces del día que tuviste que salir corriendo de la sala porque estabas
mal; no he olvidado ese miedo, miedo a hacerte daño. Yo nunca quise hacerte
daño. Abro la puerta y tiro la entrada; aún conservo todas las demás pero esta
no la quiero, en esta no habrá un buen recuerdo tuyo como en todos esos trozos
de papel. No quiero irme, pero miro aquella sala vacía y ya no nos veo. Agarro
con fuerza la puerta. Frustración, mi peor enemiga. La suelto de golpe y me da
la impresión de que mientras va desde mi mano hasta el marco, la sala se llena
con todos mis recuerdos de las dos, con todos los buenos momentos, y yo me
llevo su vacío, su añoranza, su falso y viejo esplendor de cine olvidado.
Me has hecho viajar con tus palabras.
ResponderEliminarEspero que hayas disfrutado del viaje.
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